Los que siendo de ciudad y grande además como la mía, se hayan atrevido a vivir más de un mes seguido en el sur de Tenerife me entederán perfectamente.
Aquí -allí para la mayoría-, el embrutecimiento paulatino y el relajo neuronal hacen estragos. Uno acaba agarrando lo primero que pilla del fondo del armario, que empieza con unos piratas con cholas los sábados y acaba con un chandal los domingos y fiestas de guardar.
El sur es sol y playa los meses pares y playa y sol los impares. O sea lo dicho, apoltronamiento neuronal. Y cultural.
El otro día sorprendí a I., gomera de pro y más de pueblo que el pan con chorizo, quien desde hace casi un año -como pasa el tiempo- comparte mis desayunos en este lejano oeste, digo lejano sur, con una de esas perlas que de repente suelta sin darse cuenta:
"Qué razón tenías con aquello de que necesitabas ver ciudad los fines de semana". Era la época de mis escapadas fin de semaneras a la capital. Y esa frase la oí después de haber echado un vistazo a la calle del Castillo el sábado. No podía ser de otra forma -pensé.
Algo debió de pasar, que la propuesta de este fin de semana va a ser similar a la del anterior: subir a Santa Cruz.
I. me ha dicho que es por estudiar, que se concentra el fin de semana mejor, algo así...
Yo sé que quiere ver la nueva Plaza de España. Me da vergüenza decirlo, pero desde que la hicieron todavía no hemos tenido tiempo de verla.
Y qué quieren que les diga, los sábados, entre el lago de Melchior y el MAGMA de Rodríguez Fraga me quedo con el primero aunque sea estanque, que todo se verá.
Seguro que entre tema y tema de las oposiciones sacamos media horita para ver como cae la tarde en los paragüitas.
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on jueves, noviembre 13, 2008
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Vida mundana
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