La antedicha cerró el ciclo de ópera del Auditorio esta temporada.
Otello, debo decirlo, que por tratarse del Verdi más tardío no es una de mis favoritas.
Demasiado diálogo y poca lírica.
No obstante el reparto de esta ópera cumple con creces resultando a mi entender el barítono Gallo el más destacado en su papel del villano Iago.
Correcto José Cura, cuyo espectacular físico ayuda debidamente a creernos su papel de morisco celoso.
La representación fue un éxito, aunque reitero lo apuntado en Manon Lescaut: la manía de cambiar lo que debe permanecer inmutable. El afán de protagonismo de quien no tiene que serlo.
Del Mónaco, el "hijo de", de nuevo al ataque con una escenografía propia más bien de Rafael Amargo y su Quijote en Nueva York. Ahorro de escena, luz negra a lo largo de tres horas de representación y un ahorro en decorado que supone una pérdida en ambientación. Mal, muy mal. Las proyecciones y las fantochadas futuristas deberían dejarse para otras cosas, en ningún caso para el Otello de Verdi.
Algunos coleguillas ya están pensando sacar el abono para el año que viene.
Qué quieren que les diga, la ópera me apasiona, pero en pequeñas pinceladas y sobre todo en pinceladas de calidad.
Si traen calidad, allí estaré. Si se dedican a traer relleno para cubrir el expediente, que no cuenten conmigo. Si hace falta subir el precio, súbanlo. Pagamos menos de la mitad de lo que se paga en el Real o en el Liceo. Pero por favor, no nos den perrito a los que queremos solomillo.
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on domingo, noviembre 09, 2008
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